El lobby nuclear español se lame en China las heridas de Japón

Cuando una ola gigante arrasó el norte de Japón, la industria nuclear española salió en masa a convencer a la opinión pública de que la central de Fukushima I había aguantado sin excesivos problemas. Su resistencia, aseguró Foro Nuclear, era una prueba clarísima de la máxima seguridad que rodea a los reactores. Más tarde, cuando la realidad desmintió la versión oficial, el lobby español desplegó por los medios a una docena de expertos para que aplacarán los ánimos. Las consecuencias, reiteraban, no serían graves. Ahora, después de que el mar haya recibido miles de toneladas de agua contaminada y se encuentren trazas de radioactividad en medio globo, permanecen en silencio. Hasta los más entregados son conscientes de que, por el momento, vender como limpia y segura una energía que se ha demostrado sucia y peligrosa es tirar, junto a la contaminación, tiempo y dinero al mar.

Pero ni los tsunamis detienen el mundo cuando el dinero lo sigue empujando. Y Foro Nuclear lo sabe. Con total discreción, media docena de empresas españolas asiste desde hoy en Shenzhen (China) a una de las mayores ferias de sector. En plena revolución antinuclear y con la opinión pública europea de uñas, el país asiático es un chollo para seguir exprimiendo la gallina nuclear. China ha dicho en el último mes tantas veces “digo” como “Diego”. Primero anuncian que replantearán su política energética y a continuación explican que el mix energético del país necesita para equilibrarse el aporte nuclear. Un día aseguran que no cambiarán sus planes de expansión y al siguiente suspenden la probación de nuevas plantas. En medio de la confusión, pocos dudan de que pronto, presionado por el control de emisiones y la dependencia del carbón, el Gobierno retomará por completo sus planes nucleares.

China dispone en este momento de 13 reactores en funcionamiento y otros 25 en construcción. La cifra podría dispararse durante las próximas décadas si se mantienen los planes de alcanzar en 2020 una capacidad de  86 Gwe. Así las cosas, la apaleada  industria nuclear europea mira hacía China como la tierra prometida. El país dispone de un enorme territorio para deshacerse de los residuos discretamente y una opinión pública inexistente, dos de los mayores quebraderos de cabeza de Foro Nuclear en España. Un grupo de empresas ha montado incluso el Spanish Nuclear Group for China, un claro ejemplo de la economía global: Una vez ensuciado tu pueblo, una mísera ola no debe impedirte continuar con el de al lado.

 

Máscaras fuera

Las situaciones críticas permiten a un pueblo mostrar su imagen más sincera. Los desastres naturales son como las borracheras, hacen caer las mascaras y convierten al valiente en héroe, al precavido en temeroso y al mezquino en un verdadero hijo de puta. Quizá por eso reconforta la reacción de los chinos al ver la entereza con que se han comportado sus vecinos de Japón.

No es ningún secreto que el expansionismo nipón de pasado siglo provocó una riada de odios por toda Asia. En Nanjing, a unos kilómetros de Shanghai, los soldados japoneses asesinaron a sangre fría a cientos de miles de hombres y violaron sistemáticamente, a veces hasta la muerte, a millares de mujeres, desde niñas hasta ancianas. Esta humillación fue la chispa que prendió de nuevo el nacionalismo chino y no es difícil encontrar personas mayores a las que les arde la mirada cada vez que alguien les habla del Sol Naciente. “Bu hao, hen bu hao”; “malo, muy malo”, explican meciendo la cabeza.

Sin embargo, los jóvenes chinos son diferentes. En sus retinas no pesan las impresionantes imágenes de la matanza ni conocieron a ninguna de sus víctimas. Han crecido asociando el país a la tecnología que desde hace unos años inunda el mercado chino. A sus ojos, Japón fue capaz de superar la derrota de la Segunda Guerra Mundial y de convertirse en una potencia mundial. “Nosotros crecemos, pero seguimos siendo pobres”, me explica Wan Lei, un universitario de Cantón. El civismo y la resignación con los que la sociedad japonesa está encajando uno tras otro los desastres de la última semana, ha impresionado a los jóvenes chinos. Muchos reaccionan con un pesimismo muy alejado del nacionalismo de sus abuelos. “Aquí nos mataríamos por conseguir un kilo de arroz, no se podría salir de casa”, confiesan. Las tragedias, saben, son caldo de cultivos para los peores instintos. El martes por la noche, bajo el torrente de información que llegaba de Japón, comenzaron a circular mensajes falsos que atribuían augurios catastróficos a la BBC. Según los textos, la radiactividad llegaría en unas horas a Shanghai. Pese al desmentido, al día siguiente, la sal yodada se agotaba en buena parte de los establecimientos de la costa este.

Pero en China también hay quien demuestra que las tragedias pueden unir pueblos. Durante el fin de semana después del terremoto, cuando aún no se sabía nada de las consecuencias del desastre, algunos internautas mostraron en las redes sociales chinas su alegría por la desgracia de Japón. “Lo tienen merecido”, se vanagloriaban. La reacción fue inmediata. Cientos de comentarios tacharon durante horas a los autores de “miserables” y “despreciables”. Aun sin desastres, en China también hay pequeños héroes dispuestos a combatir los hijos de puta.