Que los muertos de hambre no agüen la fiesta

En un lejano castillo, apartados de las miradas, los dos grandes señores feudales se reúnen para poner en común los problemas de los últimos tiempos. Hablan de agricultura y comercio, de cómo incrementar su poder y mantener a salvo sus intereses.

Todo marcha bien hasta que surge una diferencia importante: el trato que se debe dar a los vasallos. Ambos aceptan que la tortura es un instrumento útil de control, así como los ajusticiamientos por la vía rápida. Otros métodos, coinciden, no harían más que entorpecer su mutuo progreso.

El problema es que el mayor de los señores feudales considera que en el noble arte de la represión deben existir una serie de normas. No es que lo quiera abolir. Al contrario. Mantiene encerrados a multitud de villanos con la única sospecha de que son peligrosos y familias enteras, niños incluidos, perecen al paso de sus huestes, pero casi todos son extranjeros. “Los privilegios de la ciudadanía es lo que nos distingue de los bárbaros. No está bien”, reprocha, “perseguir a tus propios ciudadanos habiendo fuera tantos elementos potencialmente subversivos”. El otro, que sabe que un enfrentamiento directo no le conviene por el momento, decide ignorar la contradicción y adoptar un papel ambiguo. “Avanzamos poco a poco. No debemos fijarnos en casos individuales”, explica.

Para calmar los ánimos y que unos pocos empalados y muertos de hambre no les amarguen la fiesta deciden, con sus deficiencias escondidas bajo la alfombra, seguir colaborando para que el poder no se escape a manos ajenas. Las críticas de otros reinos, aquellos que ellos mismos tachan de bárbaros, llegarán, pero basta con hacer oídos sordos.

Unos siglos más tarde, EEUU y China acaban de repetir esa reunión. Hilary Clinton reprochó a China el estado “deplorable” de los derechos humanos en el gigante asiático. La respuesta, con un punto irónico, no se hizo esperar. “Nadie es perfecto. Creemos en un diálogo basado en la igualdad, el respeto mutuo y la no interferencia en los asuntos internos”, replicó Dai Bingguo, su homólogo chino. Liquidados los asuntos espinosos, siguieron haciendo negocios.

Si es que los visten como talibanes... Visto en http://www.jrmora.com