¿Cuantos birmanos vale un libio?

La ONU se parece cada día que pasa más a un viejo y destartalado autobús. Cada vez que se mueve lo hace chirriando, de la forma más lenta, ruidosa e incómoda posible, sólo el conductor decide a donde va (a quién no le guste que se baje) y, por supuesto, no esperes nada de él sin una buena reserva de petróleo de por medio.

Un mes después de que Gadafi empezara a aniquilar a su propio pueblo, los mismos líderes mundiales que hace unos años jaleaban sus gracias, se han dado cuenta de que el payaso ya no les hace reír. No ha sido hasta que los cadáveres se apilaban en los caminos cuando se han percatado de que el viejo loco empieza a ser incluso algo molesto, el típico invitado que se toma demasiadas confianzas y acapara la comida. Han tenido que esperar a que las morgues libias empiecen a rebosar para invocar la “responsabilidad de proteger” que desde 2005 se supone que rige las decisiones del máximo órganos internacional.

En Birmania, (como en Sudan o Congo) la situación es peor.  Desde hace décadas, el régimen militar de Myanmar lleva a cabo limpiezas étnicas sistemáticas en las que se ha torturado y asesinado a miles de civiles. Las violaciones de mujeres se han convertido en una rutina de algunas secciones de su ejército, en ocasiones con la participación de oficiales de alto rango.

Sin embargo, los desmanes de la Junta Militar no hacen peligrar las calefacciones ni el tráfico de occidente. Mueran o no civiles, haya o no revueltas en Birmania, la economía de Europa o Estados Unidos seguirá su curso completamente ajena. El coste de una intervención y la existencia del derecho a veto de las grandes naciones que rigen el mundo hacen impensable que la situación cambie. Como España, a quien también se le denegó el apoyo para librarse de los golpistas, Birmania deberá esperar a que la dictadura decida firmar su propia abolición.

La intervención en Libia es, como decía, Luis García Montero, “incómoda, pero necesaria”. Lo que se hace insoportable es el silencio del que hace gala la ONU en otros conflictos, sea por ausencia o por exceso de intereses. Como decía hace poco el blog “La Ciencia y sus Demonios”, no es cierto que todas las vidas humanas valgan lo mismo.