El mundo entero aplaude las ejecuciones extrajudiciales

Que China aplauda y celebre un asesinato extrajudicial no es algo que deba sorprender. Más si cabe cuando el ejecutado es uno de los personajes que, de forma involuntaria, más ha colaborado en aliviar las tensiones entre Pekín y Washington durante la última década.

La explicación es simple: Todo Imperio necesita su archienemigo.  A finales de los noventa, con la Unión Soviética en el desguace, en el catálogo americano de grandes villanos sólo quedaba China, un gigante comunista  que empezaba a pugnar por hacerse un hueco en el mundo capitalista. Fue entonces cuando Osama Bin Laden apareció y, sobre 3.000 cadáveres, reclamó para sí mismo el cetro del mal. Gracias a él, Estados Unidos y China encontraron de pronto una causa común. La lucha antiterrorista sirvió a ambos como justificación para dejar a un lado la legalidad y dar rienda suelta a su autoridad en sus respectivos patios traseros. Uno en Irak o Afganistán, otro en XingJiang, se aferraron al principio del mal menor: contra el terrorismo, todo vale.

China es, además, un país donde la seguridad jurídica es poco más que un concepto presente en los libros de Derecho. Una muerte a tiempo, o una paliza, amenazas e incluso un buen soborno pueden corregir situaciones que con la ley en la mano se embrollan y no hacen más que atraer críticas internacionales. El Gobierno chino, como cada vez más el estadounidense, quiere soluciones, no problemas.

Sí me ha sorprendido, en cambio, comprobar que a la felicitación china se ha unido ufana la práctica totalidad de los dirigentes mundiales. Incluso los más cautos, como Zapatero, aventuran que habría preferido un juicio, pero, a falta de pan, buenas son tortas. Sólo unos pocos han denunciado a los cuatro vientos lo que acababa de tener lugar: una ejecución, una sangrienta y esperada venganza, terrorismo de Estado,…

Ssoosay via Flickr

En los comics de hace años, el malo acababa siempre entre rejas, muy pocas veces moría. Lleno de rabia, pero consciente de su responsabilidad, el héroe acababa perdonándole la vida. Nunca se rebajaba a acabar con él con sus propias manos. Ese gesto era el que distinguía al bueno del villano. Con miles de civiles muertos en Irak y Afganistán, al “mundo civilizado” sólo le quedaba la Justicia para exhibir algo de legitimidad. Desde hace tiempo, ni eso.

Edito: Algunos periódicos chinos se preguntan hoy jueves quién será el próximo enemigo de Estados Unidos. ¿Iran, Siria… o China?