Los ojos rasgados no venden

Ser racista, considerar a una raza superior al resto de los mortales, es despreciable. Si, además, piensas que la tuya es la menos atractiva, inteligente o capacitada, denota cierta inseguridad, una rendición a lo ajeno.

En las calles comerciales de las grandes ciudades chinas, la publicidad habla por si sola. Modelos occidentales, hombres y mujeres, copan los cartelones que acercan las tendencias de la moda a 1.300 millones de chinos. Las multinacionales del sector, pero también muchas empresas domésticas, prefieren evitar los ojos rasgados en sus campañas. El caso más claro es el de la ropa interior femenina, donde el menor volumen de pecho hace complicadísimo encontrar modelos asiáticas que desbanquen a las europeas o americanas.

Pero el fenómeno no tiene sólo que ver con la sensualidad. Incluso en el caso de productos destinados a la familia o a los niños, las estampas son más propias de Copenhague que de Pekín. Las pantallas de la capital muestran a pie de calle niños rubios jugando en un parque con sus padres (rubios también) mientras sus abuelos (canosos, pero presuntos ex rubios) les observan.

El caso es que estas campañas venden. Y no sólo productos, sino estatus. Algunos jóvenes universitarios, conscientes de que en la China actual el título no les garantizará un empleo, empezaron hace algunos años a buscar el atajo de la belleza. Las operaciones de cirugía estética se dispararon, muchas con un mismo objetivo: conseguir un aspecto más occidental. La favorita es la blefaroplastia o doble párpado, pero le siguen de cerca el aumento de pecho y la búsqueda de una nariz más apuntada, todos rasgos poco locales.

La estética del éxito queda perfectamente reflejada en los flyers de una de las principales discotecas de China, el 88. La franquicia tiene locales repartidos por las principales ciudades del país y trata de lograr una imagen de alta exclusividad. En su recepción, junto al ropero, se pueden comprar, entre copa y copa, bolsos de 10.000 euros. Es además, uno de los pocos locales de ocio nocturno donde los jóvenes chinos superan abrumadoramente a los expatriados. Su campaña de promoción, con dos jóvenes occidentales como reclamo, no deja, sin embargo, lugar a dudas: el glamour es occidental.